EL CUADERNO DEL ABUELO

El cuaderno del abuelo

Tengo nueve años. Soy una niña normal y corriente.

Me gusta jugar con mis amigos, leer tebeos, ver dibujos animados y lanzarme colina abajo con el trineo cuando hay nieve.

Mi abuelo, que es escritor y creo que sabio, me regaló un cuaderno cuando aprendí a leer a los cinco años. Él lo llama «el cuaderno de las palabras inusuales»; yo, «el cuaderno del abuelo».

En él anoto cada día una palabra que mi abuelo me enseña, así como su significado. Primero me las explica y luego me pone algunos ejemplos. Hace años que rellenamos el cuaderno con una palabra cada día.

Una de las primeras que me enseño fue la palabra estulto, que significa tonto.

Descubrí que puedo insultar a mis compañeros y tratarlos de tontos sin que se enfaden conmigo. Es muy agradable saber usar el idioma de forma correcta.

Reconozco que a veces he tenido dificultades con algunos profesores que me conocen poco.

En una ocasión, un profesor me acusó de haber recibido ayuda en un trabajo de clase. No era cierto: yo simplemente había hecho un esfuerzo por hacerlo lo mejor que sabía.

Le espeté, entre lágrimas, que le podía aparentar inusitada la opulencia de mi léxico, pero que constituía un juicio extemporáneo que menoscababa de forma leonina su legítima probidad. Aduje que el hecho de que me motejase subrepticiamente de suplantador me suscitaba copioso desabrimiento amén de constituir execrable oprobio y denuesto y que, si así lo preceptuaba, en ulteriores encomiendas pugnaría sin óbice alguno por menguar el empleo de las voces más escabrosas e incognoscibles en detrimento de la precisión.

Luego me soné los mocos y ya me quedé más tranquila.

Este cuento ganó Premio Internacional de Relato de Humor Hiperbreve «Joaquín Coll – La Mueca del Pícaro» 2020