Concursar  en certámenes literarios es, cuando hay suerte, una manera de publicar y una ayuda para financiar el tiempo que necesito para leer y escribir.  Es también la mejor forma de que las obras sean juzgadas de forma anónima y sin tener en cuenta circunstancias extraliterarias. Cuando un texto de narrativa que compite entre cientos es considerado merecedor de un premio, casi siempre se debe únicamente a criterios de calidad; al menos en los premios no comerciales.

Por otra parte, gracias a estos premios, he conocido a gente estupenda y se puede decir que he hecho amigos en muchos rincones de España.

Mis cuentos cortos han sido premiados en varios certámenes, entre los que se encuentran algunos de los más prestigiosos en castellano como el «Gabriel Aresti», el «Ignacio Aldecoa», el «Gerald Brenan», el «José Calderón Escalada» o el «Ciudad de Mula-Francisco Ros».

Me gustaría dejar constancia de mi agradecimiento a cada una de las personas que han participado en la organización de estos certámenes, tanto de estamentos públicos como privados: gestores, miembros de comités de lectura, miembros de jurados, etc. Muchas gracias por el esfuerzo que han demostrado todos ellos.